Nocturno de Día

jueves, junio 30, 2005

Voy por el mundo como un reflejo,
es mi corazón un charco de agua sucia.

martes, junio 28, 2005

oscuro

Llueve?
Si
Puedo sentirlo.
Es de noche?
No lo sé, podrías mirar.
Entonces te perdería.

sábado, junio 25, 2005

Hay días

Hay días en los que mejor sería no despertar, en los que la resignada y silenciosa vida de las plantas del jardin me parece una alternativa más estable. Quiciera tener la alegría de mi perro cuando persigue una mosca, o la calma del gato que mira el infinito dentro de sus obstinados ojos verdes. Hay días en los que todo parece estar tan lejos que mejor sería terminar descuartizado en una sopa de verdura o aplastado por la tierra húmeda en un recorrido oscuro bajo el mundo, donde nada importa.

Walking Around


Sucede que me canso de ser hombre.
Sucede que entro en las sastrerías y en los cines
marchito, impenetrable, como un cisne de fieltro
navegando en un agua de origen y ceniza.

El olor de las peluquerías me hace llorar a gritos.
Sólo quiero un descanso de piedras o de lana,
sólo quiero no ver establecimientos ni jardines,
ni mercaderías, ni anteojos, ni ascensores.

Sucede que me canso de mis pies y mis uñas
y mi pelo y mi sombra.
Sucede que me canso de ser hombre.

Sin embargo sería delicioso
asustar a un notario con un lirio cortado
o dar muerte a una monja con un golpe de oreja.
Sería bello
ir por las calles con un cuchillo verde
y dando gritos hasta morir de frío.

No quiero seguir siendo raíz en las tinieblas,
vacilante, extendido, tiritando de sueño,
hacia ababo, en las tapias mojadas de la tierra,
absorbiendo y pensando, comiendo cada día.

No quiero para mí tantas desgracias.
No quiero continuar de raíz y de tumba,
de subterráneo solo, de bodega con muertos,
aterido, muriéndome de pena.

Por eso el día lunes arde como el petróloo
cuando me ve llegar con mi cara de cárcel,
y aúlla en su transcurso como una rueda herida,
y da pasos de sangre caliente hacia la noche.

Y me empuja a ciertos rincones, a ciertas casas
húmedas,
a hospitaes donde los huesos salen por la
ventana,
a ciertas zapaterías con olor a vinagre,
a calles espantosas como grietas.

Hay pájaros de color de azufre y horribles
intestinos
colgando de las puertas de las casas que odio,
hay dentaduras olvidadas en una cafetera,
hay espejos
que deberían haber llorado de verguenza y
espenato,
hay paraguas en todas partes, y venenos, y
ombligos.

Yo paseo con calma, con ojos, con zapatos,
con furia, con olvido,
paso, cruzo oficinas y tiendas de ortopedia,
y patios donde hay ropas colgadas de un alambre:
calzoncillos, toallas y camisas que lloran
lentas lágrimas sucias.


Pablo Neruda.

martes, junio 21, 2005

Marengo

La tarde es gris, llueve.
La tarde es gris, el viento sopla.
Cruza un ave el cielo tan oscuro
Bajo sus alas todas las sombras van,
recorriendo el mundo silenciosas.
La tarde es gris, avanza.
Debora el día con sus nubes de luto.
No hay pasos, no hay voces,
todas esperan ocultas a que pase.
La tarde es gris y es tan triste
que poco a poco mi corazón se inunda.
La tarde es gris y avanza.

domingo, junio 19, 2005

Día

Todo parece igual, las nubes rayan el cielo y el sol aparece cada vez, los árboles danzan, las aves cantan. Todo parece ser igual porque como siempre respiro, me crecen las uñas y el cabello, hablo y mis palabras suenan viejas y cansadas. Todo parece quieto, una imagen repetida tantas veces, congelada sobre sí y sin embargo algo falta alrededor.

¿Dónde estarás?

miércoles, junio 15, 2005

Esquina bajan!

Digamos que usted tiene unos parientes, a los cuales visita, pongamos dos veces por año. Si uno es de iniciativa y no le gusta permanecer todo el tiempo en el mismo espacio estará de acuerdo en que la exploración del territorio próximo al lugar es de vital importancia. Suele ocurrir que con el pasar de los años uno guarda la ubicación espacial de cada cosa en determinado lugar. Por ejemplo uno aprende a ir al centro del “pueblo” o a la tienda por algún antojo. Uno aprende menesteres tales como las redes de transporte público que siempre son prácticas y divertidas, las rutas más cortas y vuelve todo el entorno en uno “propio”.

Pero puede pasar lo que le pasó a la chica de hoy en el camión. Puede que por problemas viales, las autoridades locales dispusieran cambiar el flujo de ciertas calles, resultando que, si la chica conocía perfectamente bien el lugar, un leve cambio la desubique y la desconcierte. Entrará en conflicto inmediatamente tratando de reconocer el nuevo lugar, y desconfiando de su memoria optará por abandonar la nave y retroceder hasta donde ella recordaba era el lugar por donde las cosas debían marchar normalmente.

Yo le hubiera preguntado al “guey” de al lado; que se ríe de mí, si el camino a “tal lugar” era el correcto, para salir de toda duda y evitar las complicaciones subsecuentes. Y aunque mi filantropía estuvo a punto de aflorar cuando me percaté de su irremediable perdida (sin acento), pudo más el ogete que llevo dentro y no le advertí que en la próxima esquina el camión tomaba la ruta de siempre, tal y como seguramente la recordaba.

Pero que le va uno a hacer, si de “humano” me la paso pecando. Ja.

lunes, junio 13, 2005

Promesa

-No- dijo la madre. Mientras el niño trataba inútilmente de detenerla por el brazo, esperando que si ella lo observaba solo un instante, tal vez se daría cuenta de por qué había que comprarlo.

Su peso era insuficiente para detenerla. La madre lo arrastraba ominiosamente como a un costalito de papas por la acera y la gente que pasaba los miraba de forma extraña. Se detuvo un momento para tomar aire debajo del sol de medio día. El niño aún seguía tirando de su brazo sin darse cuenta de que ella había parado, con los ojos cerrados luchaba heroicamente contra la determinación de su madre para no hacerlo un niño verdaderamente feliz.

La madre bajó su altura hasta el nivel de los ojos del niño quien la miró sorprendido y con una esperanza profunda en sus ojos.

-Cuando regresemos lo compro- le dijo al niño que asintió con un ligero movimiento de cabeza. Dejó de resistirse al movimiento de sus pies y caminó silencioso junto a la mujer bajo el sol del medio día.

Ese mismo día salieron juntos por la noche, cuando ni siquiera los gatos de los tejados cantaban sus canciones de altura y oscuridad. Los grillos se habían metido profundos en sus huecos para permitirle al silencio cubrirlo todo. Durante el sueño, antes de que lo arrancaran de sus imágenes de niño en medio de la noche, un grito cruzó su memoria estallando en cada rincón posible.

Sobre el asiento del autobús miraba el sol incendiar el horizonte que se extendía en una larga línea hasta donde la vista alcanzaba. Nunca olvidaría la visión de su primer amanecer, su primer despertarse el mundo con el rayo del sol. Pero una cosa turbaba su emoción más que ninguna otra en ningún otro momento de su corta infancia. Se preguntó por encima de todo, por encima del sol que flotaba inmenso sobre la nada; por encima de la brillante cabeza del hombre que dormía en el asiento de enfrente; por encima de las lágrimas de su madre que lloraba silenciosamente a su lado; por encima de mancha roja sobre el piso de su casa y el hombre que dormía junto a ella (a caso no sabría que cosa eran las camas); por encima de todo se preguntaba si su madre y él volverían a la calle aquella donde a medio día le compraría, lo que sin duda, lo volvería un niño más feliz.

Inmediatamente pasó del primer al segundo movimiento de manos. Sin advertirlo; como de costumbre, permaneció inmóvil y en silencio durante un instante antes de comenzar de nuevo. Observó el pedazo de metal brillante que se asomaba por debajo de la plancha igualmente metálica, más no brillante y preparó el primer movimiento de manos para pasar enseguida al segundo. Ad infinitum.

miércoles, junio 08, 2005

Oscuridad

Por encima de la oscuridad al fin te encuentro, respirando un sueño del que inevitablemente estoy lejos, separado de ti mientras toco tu piel embarrada de luna y noche. Siento el tibio aliento de tu boca que permanece un poco abierta mientras duermes. Ha sido largo el juego donde llega el aniquilamiento de eso que somos, de eso que significamos hasta llegar al fin, al punto donde no eres tú, y yo dejo de ser yo. El beso que ahoga en su húmedo acercarse nuestras individualidades que se aproximan más y más, mientras avanza la espera en un tiempo implacable que hay que evitar. Somos presas de una bestia que nos ha perseguido desde el primer instante, cuando en tus ojos de luto encontré ese país de sueños; un tiempo depredador nos acecha. Y corre su infinita carrera el reloj despiadado arrastrándonos entre sus patas de araña desesperada, entre su canto circular nos roba y nos atiene una y otra vez, hasta que nuevamente comencemos la lucha.

Pero una vez más entro a la realidad y comienzo a desesperar mientras la luz que se cuela entre las cortinas te pinta el pecho en destellos rojizos. Solo somos instantes, que no podrían construir nada, porque para ello se necesita más, un tiempo constante al que no estamos unidos y a caso nuca sea así. Tú avanzas en la cara de la realidad a la que perteneces, mientras yo ando el lado opuesto, los encuentros se reducen infinitamente imposibles e inevitables. Ahora mismo te encuentras inmensamente lejos frente a mí, rodeada de esos sueños donde tal vez no existo, donde tal vez no existes. Y giramos contrarios esperando sin saberlo, sabiendo.

Llegara el día que nos liberará, la mañana donde estarás dispuesta a partir y en la que no haré nada para evitarlo. Te vestirás con los rastros de la noche, te armaras con lo que rescates de tus sueños y seguirás una vez más sin mí, mientras yo me quedaré cargando tu recuerdo entre cada café y cada camino, esperando como siempre que me necesites como tal vez nunca te necesitaré; esperando que vuelvas a descargar como una nube tus lluvias sobre mi tierra seca, implacable tormenta.

Corre y corre la manecilla sobre su centro, y la oscuridad que respiras es espesa y pesada. Con el cigarrillo como antorcha rescato rasgos inciertos de la habitación, una silla emerge de pronto desapareciendo tras el humo; ahora una mesa se asoma; surgen como tortugas inmóviles tus ropas sobre el suelo y una vez más desaparecen tras la noche. Te miro quieta un instante, y desapareces. Sigo a tientas el llamado de tu respiración, como un ciego que busca el mundo que frente a el existe, voy a tientas persiguiéndote, sin saberlo te he escogido una vez más, no hay nada que puedas hacer mientras avanzo lenta e irreparablemente hacia ti. Extiendo mi mano sobre tu cuerpo encontrando tu vientre que ahora mismo se hunde dulcemente, lo siento llenarse nuevamente y de pronto me adviertes acariciando torpemente el nacimiento de tu seno; subiendo poco a poco por tu hombro hasta encontrar tu cuello y entonces lanzas tu cuerpo contra mí. Sin tratar de evitarlo empujas suavemente la totalidad de tu piel contra la mía y ciegos ambos reconocemos el individuo que sortea suavemente la figura del otro, construyéndolo por debajo de la noche que se extiende sobre cada rincón. Tus manos recorren mi espalda bajando suavemente, contracciones rítmicas me envuelven en su oleaje profundo en donde pacientemente chocamos; ola y arena que se encuentran y fluyen su eterno reconocimiento de aniquilación ancestral. Entro en ti, mujer noche, mujer invisible, cuerpo tibio sumergido en la oscuridad. Me resguardas del mundo, me sumerges en tus aguas sin tiempo ni espacio, donde todo es posible y no existe nada más que tu calor de nacimiento nuevo. Como una flor radiante en medio de una imposible oscuridad te encuentro y un calor proveniente del principio del universo nos envuelve y cobija. Te alejas y vuelves en un choque donde lentamente hayamos nuestras destrucciones mutuas. Queda poco de mí y de ti, y en medio del espacio quedamos los dos como uno, fundidos en una sola respiración, en un solo aliento ardiente. Siento tu piel fundida en mí y quedamos suspendidos durante un instante perfecto lejos del tiempo, lejos de lo que eres y lo que soy, de nuestras significaciones hechas trizas y polvo, ubicados como uno, apartados de todo, apartados de nada.

Pero el instante termina y todo vuelve a ocupar su espacio, regresa la realidad a reclamarnos y a situarnos sobre los ejes del tiempo indomable una vez más. Pronto regresas a tu país de sueños, mientras te observo nuevamente bajo la diminuta luz del cigarrillo.

martes, junio 07, 2005

Desaparecer

Corrió tres pasos para tomar impulso, se elevó unos cuantos centímetros antes de caer, miró hacia el cielo y volvió a intentarlo. Nosotros lo mirábamos repetir la acción incontables veces, con nuestras mezquinas miradas de medio día y sombra. Llenos de algo que no podíamos explicar esperábamos casi ceremonialmente el instante donde una vez más se elevaba para caer. Desde el fondo, observándolo bajo la sombra del árbol el tiempo se confundía cada vez, como si de pronto la imagen vista fuera una imagen repetida, ya una o millones de veces, y regresara en un complejo dejá vou donde cada cosa alrededor cambiaba, una absurda imitación de sí mismo que se nos presentaba como nueva en cada posible ocasión.

Nos miramos sabiendo que en el fondo habíamos llegado a la misma conclusión posible, estaba loco. Su divertida excentricidad infantil que tanto nos entretuvo, había terminado por llevarlo hasta el filo de la razón haciéndolo caer irremediablemente en un lugar donde nosotros no podíamos comprenderlo. Alejado inimaginablemente y tan cerca que creerlo a caso resultaba risible y ciertamente absurdo, al menos para nosotros que lo mirábamos desde la sombra del árbol.

Era una sensación casi irreal, la de una pierna que duele o una gripe inminente. Como si en todos esos años la individualidad de cada uno hubiese sido sustituida lentamente por un estado de unidad dividida, donde cada parte esta separada de la otra y unida a la vez. Y era esa certeza la que nos preocupaba, la certeza de que el cuerpo formado estaba enfermo y el mal se esparcía lenta y cruelmente por todas partes.

¿Que pensaría en esos primeros años? Donde todo parecía un juego, donde cada paso planteaba la posibilidad de abandonar tierra firme y despegar, convirtiendo el suelo en un horizonte más bajo la mirada. Era casi irremediable pensar que alguna vez compartimos esa misma fe, esa misma certeza de que el siguiente intento sería el que definitivamente nos elevaría hasta donde solo nosotros quisiéramos parar. De pronto lo entendí.

Por entre las sombras la luz se proyectó distinta, solo un instante bastó para que no solo yo lo supiera. Lo busqué justo donde lo había encontrado la ultima vez, a mi lado bajo la sombra del árbol desde donde observaba y en su mirada estaba la respuesta que solo un instante antes había aparecido frente a nosotros en un destello sublime. Se levantó sin mirarme, sin mirarlo. Me levanté sin mirarlos y comencé a salir de entre la sombra del árbol. Cuando estuvo bajo la luz del medio día se detuvo un instante. Cerró los ojos antes de comenzar de nuevo, retrocedió los ya incontables tres pasos. Bajo la nueva luz sintió en peso de su cuerpo contra el pavimento. La luz penetraba en destellos naranjas bajo mis párpados mientras alcé lentamente el pie. Lo sintió avanzar nuevamente hasta encontrar el límite donde todo quedaba quieto por un instante, incalculablemente eterno para él. Sintió alzarse el otro pié, rebasar el limite donde había quedado el anterior y la luz del sol era casi de un rojo total, diferente a la que conocía tan bien bajo la sombra del árbol. Cuando sentí el pavimento de nuevo una gran fuerza invadió el cuerpo que formábamos nuevamente después de tanto tiempo y el impulso instantáneo que produjo sobre el pie que había quedado atrás fue incalculablemente veloz. Apoyado una vez más sobre la superficie sintió el calor del medio día estrellarse sobre su rostro. Sus brazos caían como un par de cordones a los lados del cuerpo de los tres y aun tocaba su pie el último tramo de suelo cuando se elevó. Ahora no quedaba nada y el instante se alargó más de lo que nunca habíamos creído que fuera posible mirándolo incontables ocasiones desde la sombra del árbol, el calor aun golpeaba mi rostro cuando entonces…