Nocturno de Día

miércoles, noviembre 24, 2004

oscuridades

El sol está detrás del biombo, poniéndose el maquillaje como esas mujeres de las películas viejas. La habitación luce diferente a esta tarde. Miro el cielo raso y no alcanzo a distinguir si las manchas de humedad son verdes o rojas; tal vez son naranjas, están por todos lados.

De pronto me siento dentro de un cuadro impresionista lleno de manchas de colores dibujando un lugar que jamás he visitado. Trato de cerrar los ojos y no pensar en esto, pero aquí todo es confuso.

El destello de la luz del faro que ilumina la calle te dibuja por encima de este bosque de sombras, que a fuerza de costumbre me he empeñado en llamar noche. Te recorro sacándote de entre la oscuridad, como un niño pequeño que busca entre el frasco sin poder mirar dentro, porque es demasiado grande como para bajarlo de la repisa con la fuerza de un niño pequeño, que busca no sé qué dentro de un frasco en lo alto de una repisa.

Me alejo temiendo que la excesiva confianza de este niño que me invade, termine por tirar de lo alto el frasco y acabe por despertarte del sueño; que ahora debe tornarse algo ridículo porque noto una sonrisa algo tonta y dulce sobre tus labios.

Trato de encontrar los cigarrillos entre toda esta confusión y obstáculos. El ya conocido lugar es ahora una selva en la que no encuentro un camino adecuado. La silla se presenta lejana como una montaña de blancas alturas y este enmarañado suelo resulta infranqueable. Pero al fin logro llegar y comienzo a sentir pena de mi mismo; quién pensaría que estas cosas me causarían tal sensación de triunfo. El cigarrillo ilumina el muro mientras miro la calle vacía.

No puedo mirarte, no ahora. La imagen tuya sobre la cama aparece en mi memoria, tan terrible, que un solo cambio en ella derrumbaría todo.

Entonces vuelvo al cigarrillo quemándose entre mis dedos, manchados por el polvo del marco de la ventana. Afuera el mundo respira, puedo sentir su vaho tibio colándose por el resquicio de la puerta, tratando de entrar por el borde de las ventanas, intentando aplastarnos porque no soporta que estemos aquí, fuera de su realidad absurda.

El tiempo ha pasado o se ha detenido; la verdad es que no lo sé. Tal vez este sea el ultimo cigarrillo que queda en el paquete, o tal vez la ultima bocanada del primero se ha extendido largamente hasta confundirse en el tiempo. Pero las luces de la tienda de la esquina comienzan a iluminarse ya. El tiempo me ha jugado otra mala broma de nuevo. Pero es que siempre hemos sido eso, bromas del tiempo. Sombras que la luz del cigarrillo deja sobre los muros por un instante. Amantes o simples desconocidos reencontrándose .

Es tarde para confiar de nuevo en el placer de la memoria. Sé que no estarás como te he dejado sobre la superficie de mi mente, que algo habrá cambiado ya. Tal vez tu mano no esté más sobre tu vientre o la sonrisa de tu cara no será la misma, no lo sé. Pero igual te miro de nuevo solo para estar seguro de que no te has desvanecido como otras veces con el brillo del día sobre tu piel. Sigues ahí, aunque no eres la misma. Tu sombra sobre las sábanas reclama su lugar en tu existencia, te da forma y te introduce al mundo real. Y es que siempre hemos necesitado de la oscuridad para encontrarnos verdaderamente. Tu con tu cara de luna yo con mi rostro de fuego rojo. Pero esta iridiscencia no me permite verte aunque... te miro.

El día crece y pronto la gente comenzara a invadir las calles. Tomaré mi ropa antes de que despiertes del sueño y saldré antes de que alguna de esas personas diga mi nombre para saludarme. Estoy seguro de que estarás bien bajo la luz del mundo. Mientras tanto esperaré encontrarte cuando el grillo comience su canción.

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