El inminente invierno
Por la mañana supe que algo había cambiado. No fue solo ese cielo azul ni esas nubes como rasguños sobre el firmamento. Había en el aire algo parecido a un lamento y en el clima un frio de catedral abandonada. A pesar de que el sol iluminaba más de lo habitual aquel frio comenzaba a meterse dentro de mí como si quiciera llegar hasta lo profundo de mis huesos y congelarme desde ahí hasta matarme de frio. Miré por un momento la situación y no me di cuenta de cuando había muerto el otoño.
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