Nocturno de Día

lunes, septiembre 19, 2005

Hambre.

El perro insiste nuevamente después de un largo rato. Se asoma parandose sobre sus patas traseras recargado en el borde de la cama. un olor extraño le pica la nariz a esa altura, pero lo ignora debido al hambre. Rasca con su garra las sábanas esperando una reacción de su parte, pero no pasa nada. Una vez más intenta quitarle las sábanas que cubren su cuerpo, pero las tiene bien sujetas. Desesperado lanza un ahullido que más bien parece lamento. Intenta reconocer ese nuevo olor a la altura de la cama antes de darse nuevamente por vencido.
Es noche y ha pasado todo el día dormido; tratando de apaciguar el hambre con el cobijo del sueño, pero el maullido de un gato sentado en el quicio de la puerta lo despierta. Está tan cansado que su ánimo le impide salir disparado hacia el llamado del enemigo como haría habitualmente. Con la cabeza caida intentará nuevamente hacer que reaccione. Nota que el olor ahora está por todos lados; debe ser el calor. Ahora sentado a un lado de la cama ladra un par de veces sin que pase nada. Derrotado da media vuelta para dormir nuevamente, pero al girar, golpea el mueble y cae un frasco del buró. Antes hubiera esperado un regaño ante su torpeza, pero esta vez permaneció ahí, dentro de la cama, bajo las cobijas. Del frasco, unas pequeñas pastillas blancas; tal vez diez o más, quedaron regadas en el suelo de la habitación. Son pequeñas para su gusto, pero el olor dulzón le abre el apetito y sin pensarlo comienza a recogerlas con la punta de la lengua; sin masticarlas va tragando una a una hasta que no hay más. Mueve el frasco con la punta de la nariz y salen unas cuantas que habían quedado dentro. Regresa a su lugar y se recuesta, tal vez el sueño le calme el hambre.

1 comment(s):

En este blog (sobre todo en los dos post anteriores) hay un deseo de desvanecimiento tan agradable que no da miedo.

By Blogger Alejo Cava, at 11:47 p.m.  

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