Nocturno de Día

domingo, julio 31, 2005

No hay lugar como...

Buscó en la bolsa del abrigo un fósforo para encender el cigarrillo. Aun la noche retardaba el momento pues en el horizonte pequeños destellos de la tarde lejana se colaban entre las nubes apagadas. No miró hacia los lados; como es costumbre de buen peatón al cruzar la calle, mientras daba el primer sorbo de humo. Se detuvo frente a la gran puerta de cristal que reflejaba su imagen del lado oscuro del mundo, la luz de las lámparas lo cegó un instante. De pie esperó mientras aplastaba el pucho con la suela del zapato, miró el ultimo humo desaparecer frente a él. Subió a la cabina del elevador y presionó el botón como tantas otras veces.

Dentro la imagen del vestíbulo comenzó a perderse en una línea vertical cada vez más delgada; primero la planta artificial, luego la cuadricula del muro y de pronto nada. Comenzó el ascenso sin detenerse hasta llegar al fin, entonces la puerta metálica se abrió en una línea vertical cada vez más ancha; primero la puerta, luego la planta de sombra y de pronto todo estaba ahí de nuevo. Dio un paso fuera y buscó en su bolsillo. El mismo olor aun podía respirarse inmutable y penetrante por todo el lugar. Miró el primer humo desaparecer frente a él y avanzó. El sonido de sus pasos resonaba una y otra vez y a caso pareciera que cada vez era más fuerte. Contó seis pasos y no dudó del irreparable cambio.

Giró la llave lentamente hasta el punto donde no podía dar marcha atrás. Empujó suavemente la puerta y una oscuridad inmensa lo inundó con su frío abrigo. Y en medio de esa oscuridad todo tomó el lugar que le correspondía; cada muro y cada puerta se dibujaban lentamente en su memoria. Alzó el brazo sin duda y la encontró estática y pequeña. Por un momento precisó encender una luz, pero uno a otro, los recuerdos caían pesadamente sobre su agobiada memoria envuelta de noche y retrocedió torpemente hasta caer de nuevo en el pasillo lleno de insípida luz artificial.

Sentado sobre el suelo miró el humo subir hasta el límite del techo y pensó: No hay lugar como el hogar.

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